Miami.- Son ya trece años los que lleva en el
béisbol organizado, el sueño de muchos enamorados del béisbol convertido en
realidad, pero de una manera diferente.
Alejandro Martínez es uno de los primeros en
llegar al estadio, se pone el uniforme de los Medias Rojas de Boston y se
prepara para un día más en grandes ligas, es el receptor de bullpen de los
patirrojos.
“Este es mi sexto año con el equipo, antes
estuve por siete temporadas con los Indios de Cleveland desde el 2000 al 2006
en ligas menores”, comentó el nativo de Araira, estado Miranda, quien se
encarga de preparar a los serpentineros antes y durante cada juego así como de
lanzar práctica de bateo y tener todo el set de pelotas listos antes de que
comience cada jornada, por decir lo básico de sus deberes.
De la mano del jardinero Alex Ramírez, quien
juega desde hace varios años en Japón, fue su presentación en sociedad ante los
ojos de las mayores. Ambos representaron al estado Miranda en torneos
nacionales e iban a try outs juntos, tantos fueron los llamados estadales que
el guardabosques se quedaba en casa de los Martínez numerosos fines de semana:
“en el año 2000, un día estoy en Venezuela trabajando con mi papá en una radio
y mi mamá me regañó y me mandó a limpiar el cuarto, entre el perolero conseguí
el número de Alex en Winter Heaven, y al llamarlo me invita a pasar unos días
allá”.
Días previos al comienzo del Spring Training
de ese año iban juntos a la jaula de bateo del complejo de Cleveland en la
Florida, Martínez le lanzaba práctica a Ramírez con un uniforme prestado por
éste, trotaban juntos. “Un día le estoy tirando práctica en la jaula, y llegó (Omar)
Vizquel y pregunta quién soy yo, Alex le dijo que era un primo de él, luego
llegó Jim Thome, y se metió a que le lanzara, luego llegó John McDonald, Roberto
y Sandy Alomar pidieron que les lanzara también”.
Casualidad o causalidad, cualquiera de las
dos, es la que le abrió las puertas del béisbol organizado, pues en ese
momento, y atípicamente a lo que era su rutina, el mánager Charlie Manuel pasó
por los túneles para ir a su oficina. Ese día se le quedó viendo a Martínez y
le dijo a Ramírez que necesitaba hablar con él en la oficina: “ahí dije ´ay
Dios mío, lo metí en problemas´, al rato viene Alex muerto de la risa, y al
preguntarle qué le había dicho me contó que me había mandado a preguntar si quería
trabajar con ellos, yo enseguida le respondí que era talla 34 de pantalón y XL
de camiseta”. Allí comenzó su ruta por las menores de los indígenas.
Ya oficialmente recibió envíos en el bullpen y
lanzó práctica de bateo en el campamento de Cleveland. Recuerda que el primer
grupo de bateo al que le tocó lanzar estaba conformado por Thome, los hermanos
Alomar, Manny Ramírez y Travis Fryman. “El primer pitcheo se lo metí a Thome en
la espalda, estaba muy nervioso y Alex estaba detrás de mi presionándome,
diciéndome que me quedara tranquilo… que pusiera la pelota por ahí… que tengo
que lanzarla bien… este loco hablándome y yo teniendo que lanzarla bien, no me
dejaba concentrarme. Luego, Thome me dijo que me quedara tranquilo, que la
lanzara más duro y que no me preocupara”, sonrió el criollo.
Martínez también estuvo en el béisbol
profesional venezolano, como receptor de bullpen de los Leones del Caracas por
varias temporadas. Esa experiencia en el circuito local le valió para no llegar
fuera de forma a los campos de entrenamiento.
Casualmente fue con los melenudos que recibió
el llamado que todos los vinculados al béisbol desean oír, al menos una vez en
su vida. En 2006 estaba lanzando práctica en el Universitario y el Dr. Oscar Prieto
Párraga detuvo el entrenamiento para indicarle a Martínez que atendiera una
llamada, al hacerlo, la otra persona se identifica, era el ex director de liga
menor de Cleveland, John Farrel (actual mánager de los Azulejos de Toronto),
quien le señala a Martínez que él (Farrel) había sido contratado por Boston
para ser su coach de pitcheo, “le digo ajá, ¿y qué tengo que ver con eso? y me
dice que quiere que sea su cátcher de bullpen. Le dije que no se hable más,
dime dónde y cuándo tengo que estar”.
Su vocación, talento y profesionalismo le han
valido estar tanto tiempo en las mayores.
Su rol es un trabajo que exige mucho de quien
lo desempeña, Martínez explicó que al estar allí debe ser constante, saber que no
puede ni sentirse un pelotero más ni menos que los jugadores, saber sus
limitaciones, hacer el trabajo y saberse la rutina: “eso es lo que a los
pitchers les ha gustado, yo les conozco la rutina a todos, sé con cuál pitcheo
vienen, dónde ponerme, ya ellos no me dicen dónde me tengo que poner y eso lo
aprecian”.
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